Despliegue militar en Los Angeles: ¿Medida de seguridad o estrategia política de Donald Trump?

El presidente Donald Trump escaló su ofensiva contra las protestas en contra de las redadas anti-inmigrantes en California y anunció el lunes por la noche el envió a Los Angeles de 2.000 soldados adicionales de la Guardia Nacional, que se suman a los 2.000 que ya están el lugar y a los 700 marines que los respaldan.

Con este inmenso despliegue de fuerzas federales, Trump busca sofocar los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden que surgieron contra las redadas de inmigrantes, en lo que los funcionarios describieron como una “misión limitada para proteger la propiedad y los agentes federales”, incluso cuando el presidente Trump describió la situación como "muy bien controlada".

Lo insólito es que el envío de todas estas fuerzas federales está en contra de los deseos del gobernador del estado, el demócrata Gavin Newsom. De hecho, es la primera vez que un presidente activa la fuerza de la Guardia Nacional de un estado y los marines sin una solicitud del gobernador de ese territorio desde 1965, cuando el entonces presidente Lyndon B. Johnson envió tropas a Alabama para proteger a los manifestantes por los derechos civiles.

"Esto es una provocación, no solo una escalada", dijo Newsom, sobre la decisión de enviar a los marines, en una entrevista con The New York Times. "Esto tiene la intención de sembrar más miedo, más ira y dividir aún más", agregó.

Más temprano el lunes, Trump calificó a los manifestantes de "insurrectos", pero no llegó a decir que invocaría la Ley de Insurrección de 1807, que le permitiría llamar a los militares para que intervengan directamente en la represión de las protestas.

En un anuncio, el Pentágono no aclaró por qué necesitaría 2.000 soldados adicionales de la Guardia Nacional, que se suman a los más de 2.000 enviados antes.

Pero lo más preocupante para los funcionarios estatales y municipales, los expertos legales y los demócratas en el Congreso fue el envío de infantes de marina en servicio activo. Por tradición y ley, se supone que las tropas militares estadounidenses deben usarse dentro de los Estados Unidos solo en las situaciones más raras y extremas.

Las dudas se profundizaron por el hecho de que el presidente dijo que los disturbios se estaban calmando gracias a su decisión el domingo de enviar a las calles a la Guardia Nacional de California, a pesar de las objeciones del gobernador Newsom.

Demanda judicial

El lunes por la noche, el estado presentó una demanda federal impugnando la medida de la istración Trump y calificando las acciones del presidente como ilegales.

Newsom dijo que no todos los primeros 2.000 soldados de la Guardia Nacional que Trump desplegó habían sido puestos a trabajar, lo que sugiere que la cantidad adicional de marines y guardias era más una jugada política que una real preocupación por la seguridad en las calles.

En realidad, la ofensiva de las fuerzas federales en California, que hoy ocupa el espacio preponderante en todos los medios, le ofrece a Trump varios frentes políticos que le interesan.

Por un lado, desvía la atención mediática de su pelea con Elon Musk, que más allá del escándalo personal entre ambos y las denuncias por pedofilia y un pedido de impeachment, pone en el centro de la escena el controvertido abultado déficit fiscal que esconde su ley de presupuesto y la política de aranceles, dos temas clave del presidente que Musk critica con dureza.

Por otro lado, la ofensiva en California pone en primer plano la promesa de “mano dura” de Trump contra la inmigración ilegal, demonizando a los manifestantes anti-redadas a los que define como la “izquierda radical”.

Este tema es uno de los que el presidente cuenta con mayor aprobación popular (casi un 51% aprueba su gestión en ese rubro, según promedio de encuestas de RealClearPolitics), a diferencia de su gestión económica (un 54% desaprueba su gestión en ese ámbito).

Mensaje a la oposición

En tercer lugar, enfoca su furia sobre un gobernador demócrata como Newsom, que ha sonado como posible candidato presidencial demócrata, y coloca a California como ejemplo de estado “santuario”, refugio liberal de migrantes indocumentados, que busca eliminar. Es un fuerte mensaje para otros estados con gobiernos opositores.

Las acciones de Trump están "creando más desorden", denunció Newsom. Sin embargo, al otro lado del país, Trump contó en Washington una historia muy diferente. "Lo conseguimos justo a tiempo", dijo el presidente a los periodistas en la Casa Blanca. "Todavía se está cocinando a fuego lento”, agregó.

Ese comentario planteó la pregunta de por qué, si la tensión disminuía, se convocó a los infantes de marina y a las tropas adicionales de la Guardia Nacional. Con su movilización, ahora hay alrededor de 4.700 soldados asignados a Los Ángeles.

En una señal de la creciente furia por el agresivo despliegue federal, la Alianza Cívica de Los Ángeles, una coalición de líderes empresariales y cívicos que se ha convertido en la voz del establishment de la ciudad, condenó las medidas de Trump.

"La cuestión aquí va más allá de Los Ángeles o California: si el presidente de los Estados Unidos puede, sin previo aviso al gobernador y sin la solicitud constitucionalmente requerida del gobernador, enviar a los militares a nuestra ciudad, puede hacerlo en cualquier ciudad de Estados Unidos en cualquier momento y por cualquier razón que él pueda conjurar", dijo el grupo en una inusual declaración pública. "Las protestas pacíficas deben ser respetadas", agregó.

Las protestas comenzaron el viernes en el centro de Los Ángeles después de que las autoridades federales de inmigración arrestaran a más de 40 personas en toda la ciudad. El domingo las multitudes bloquearon una autopista principal y prendieron fuego vehículos mientras la policía respondía con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras. Una periodista australiana resultó herida con una bala de goma de las fuerzas de seguridad.

Las manifestaciones del lunes fueron mucho menos ruidosas en Los Angeles, aunque las protestas continuaron hasta la noche en otras ciudades, como San Francisco y Santa Ana en California, y Dallas y Austin en Texas.