El Eternauta no tiene fin. Como Juan Salvo al final del relato, que vuelve a vivir todo lo sucedido, la obra continúa germinando lecturas y relecturas, ya fuera mediante nuevos cómics o libros de cuentos, cortos animados y libros intervenidos. A su vez, la adaptación de Netflix aceleró aún más un proceso que ya venía sucediendo desde hace décadas.
Es en ese universo expandido de significados en el que se encuentra el libro Desde Hoy: El Eternauta del colectivo Un Faulduo, el corto “60 segundos de oscuridad” de Pablo Conde, la antología de cuentos Nosotros después que llegaron ellos, editado por Grendel Bellarousse o la muestra apócrifa Huellas de una invasión, llevada a cabo por la productora NOS.
Una obra en cortocircuito
“El carácter alegórico de El Eternauta permite lecturas variadas. La prueba de eso es la serie ahora. Y creo que una de las cualidades que tiene la historieta, y un poco la serie también, es que los materiales resisten a cualquier tipo de lectura”, afirma Nicolás Zukerfeld, director de cine e integrante de Un Faulduo, un colectivo de investigación y experimentación alrededor del campo de la historieta, que compone junto a Nicolás Daniluk, Ezequiel García y Nicolás Moguilevsky.

Con una revista experimental y una intervención que utilizó como base un ensayo de Masotta en su haber, eligieron El Eternauta para su nueva obra. Pero no cualquier edición: tomaron el número 201 de la revista Gente de 1969, en el cual comenzó a ser publicada la versión de Oesterheld y Alberto Breccia. De esa forma, buscaban hacer un trabajo inverso al usual: recontextualizar la historieta original y hacerla dialogar con aquel momento histórico.
“No queríamos convertir la revista Gente en El Eternauta. Nosotros queríamos que estuvieran en tensión, que estuvieran las fisuras, que a través del montaje de ese texto, de esas imágenes, se generara como ese cortocircuito”, explica Zukerfeld.
Aquella reelaboración se manifiesta en la cuidada edición de Tren en Movimiento, publicada en 2023, en donde la pluma de Oesterheld se cuela entre publicidades, reseñas y coberturas y todo es inundado por el trazo y la atmósfera de Breccia. “¿Cuándo observa este mapa no siente que su ‘su norte’ está en el sur?”, aparece en una de las hojas, como conversando con la reciente serie.

La tensión de la que habla Zukerfeld palpita en aquel contraste, entre una invasión que cae sobre Buenos Aires y que es encubierta por otros temas, en un movimiento análogo a lo que haría la revista años más tarde, cómplice de la última dictadura al desviar el foco de las desapariciones con notas banales. “Trataban de vampirizar un poco la cultura alternativa pero ese experimento les salió mal. Es una especie de vampirización a la que le termina ganando el vampiro”, afirma Zukerfeld.
Aquel experimento de Oesterheld y Breccia se precipitó a su fin antes de tiempo. Los lectores arremetían contra la revista en un tono conservador; más que rechazando la nueva versión del escritor, se oponían al trazo experimental de Breccia.
“También elegimos la revista por eso. Por el carácter un poco fallido, un poco torpe. Todo experimento tiene riesgo de fallar, y a nosotros nos interesa más los que fallan que los que triunfan. Hay algo ahí de la historia de un fracaso”, concluye.

Cada miércoles, los jubilados marchan por una jubilación más digna. Y el 7, una semana después del estreno de la serie, caminan con carteles con consignas como “nadie se salva solo”, “lo viejo funciona”, o con la misma historieta El Eternauta en sus manos. Incluso llevan máscaras puestas, pero no para protegerse de una nevada mortal, sino para defenderse de los gases lacrimógenos. Entre los insultos que les lanzan a los policías, se escucha “cascarudos”.
Un universo animado
Pablo Conde es animador, y a los 11 años su tío le mostró las páginas de El Eternauta en el suplemento original en el que fue publicado. A esa edad no supo reconocer la obra que tenía entre manos, pero más tarde, a los 24, la volvió a leer y una fascinación lo invadió, impulsándolo a buscar todo lo que pudiera sobre el viajero de la eternidad y sus creadores. Al no encontrar casi ningún trabajo de animación sobre la obra dijo: “Hay que armar algo”.
Junto a su primer colaborador, Javier Tedin, dividieron la historieta en diez capítulos, en caso de que pudieran adaptar todo, y seleccionaron una escena en particular, al principio de la historieta. Conde dirigió el proyecto durante cinco años, trabajando en los ratos libres y los fines de semanas.

Diferentes colegas entraron y salieron del proyecto. Si debía rechazar algún trabajo para avanzar, lo hacía. “En el medio me separo, se muere mi gata. Yo estaba como ‘publico el corto y si me muero mañana no me importa más nada’", afirma Conde.
En una animación breve pero contundente, y fiel al material original, el corto estrenado en 2017 comienza con “Caminito”, primero la versión original de Gardel, luego una reversión de Diego Maniowicz, que se convierte en el leitmotiv del corto. Salvo y Favalli, más que los protagonistas de la acción, son los espectadores de un crimen que pasa ante sus ojos: un hombre sale de su casa a los gritos, y otro le apunta y dispara.
Conde, aparte de dar clases de desarrollo audiovisual de dibujo y animación, cuenta con un proyecto entre manos, una obra original que ganó en Ventana Sur y que por ahora está en formato de webcomic, Elementarios.

Ante la pregunta de si le gustaría realizar una versión completa de aquel corto, una película animada que adapte la historieta y que conviva en paralelo a la serie, él responde: “Ojalá me llamen ya. Sería un sueño hecho realidad”.
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Una imagen se viralizó en las redes poco después del estreno de la serie: su afiche, pero intervenido. En él, cinco fotos de personas con sus historias, edades y sus respectivos nombres: Diana Irene Oesterheld, Estela Inés Oesterheld, Beatriz Marta Oesterheld, Marina Oesterheld y Héctor Germán Oesterheld. El escritor y guionista y casi toda su familia desaparecida a manos de la última dictadura militar.
Cuentos de una invasión
Las relecturas de El Eternauta no solo son en clave animada o mediante intervenciones artísticas; su expansión ocurre también en forma literaria. Como aquella novela inconclusa de Oesterheld, el relato de la invasión puede cobrar la forma de antología de cuentos, y el escritor y editor Grendel Bellarousse lo llevó a cabo en Nosotros después que llegaron ellos, editado por Luvina Editorial.
Como Pablo Conde, leyó la historieta por primera vez a los 11 años, en otra de las tantas iteraciones en las que fue editada, en su caso en los fascículos coloreados de Ediciones Récord. Aquel amor por el género lo continuó leyendo la revista El Péndulo y Minotauro, y más tarde, trabajando en las ilustraciones de la Revista Próxima, editada por Laura Ponce. El proyecto de ampliar el universo de El Eternauta surgió en 2023.

“Tímidamente me acerqué a los autores, que fueron elegidos a dedo. Les hablé del proyecto. La premisa era hablar no de El Eternauta, sino de la invasión. La consigna era cómo uno la encara teniendo la desgracia de enfrentar a los cascarudos, a los manos, a los gurbos y a los hombres- robot”, explica Bellarousse.
En su caso, la antología publicada en 2024, de la que formarían parte escritores como Eugenia Alcatena, Paul Calvetti Costa o Claudia Cortalezzi, incluía un juego profundo con el lenguaje y con las historias laterales a las contadas en la historieta original.
No ocurre desde el punto de vista de Salvo y compañía, así como no se denominan de la misma forma a los extraterrestres: en las páginas del libro se cuenta qué le pasó a aquel colectivo de la línea 60 estrellado, qué le ocurrió a la gente marginalizada durante la invasión o cómo se originó la nevada mortal.

Como el colectivo Un Faulduo, también hay un rescate de la estética brecciana, que cubre la gráfica del libro. Y también como aquel trabajo, hay un diálogo constante con la actualidad. “Es un homenaje respetuoso y el punto era eso, ver qué pasaba con nosotros. Y el peso del valor del pronombre ‘nosotros’”, concluye Bellarousse.
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Al scrollear en redes sociales, días después del estreno de la adaptación, uno se encontraba con la siguiente línea: “Podés ser nieto/a del creador de El Eternauta”, una consigna impulsada por Abuelas de Plaza de Mayo e H.I.J.O.S y replicada por muchos medios y cuentas. A raíz de la serie, se reportó un crecimiento de más de un 300% en las consultas de búsqueda de identidad de nietos de desaparecidos, respecto al mismo periodo del año pasado.
Una muestra apócrifa
Hace 11 años, se hizo en Tecnópolis una muestra que revisitaba El Eternauta en carácter apócrifo, es decir, en un movimiento borgeano, recreando un hecho que jamás sucedió pero haciendo de cuenta que sí ocurrió: la invasión extraterrestre en la Buenos Aires de los cincuenta.

La muestra, realizada en el 2014 a partir de una idea de Martín Oesterheld, se llamó Huellas de una Invasión y fue llevada a cabo por la productora audiovisual NOS, famosos por haber sido pioneros en la realización de narrativas en espacios, como el mapping hecho para los festejos del Bicentenario.
El lapso de tiempo y el presupuesto era limitado, por lo que tuvieron que explotar al máximo los recursos que tenían. Durante cerca de tres meses y con un equipo aproximado de 50 personas entre el rodaje y la posproducción, se desarrollaron un total de tres cortos y los diferentes objetos, maquetas y esculturas que serían parte de la muestra.
Para ello contaron, entre otros, con el escultor Martín Canale (actual diseñador y modelador en la serie), con la escenógrafa Adriana Maestri o con la artista Alejandra Jorquera.

“Elaboramos trajes, dioramas de momentos de las batallas, y fotos de una Buenos Aires antigua pero llenas de nieve. Agarramos imágenes de River cuando se estaba edificando, momentos de la construcción de la 9 de Julio e imágenes del bombardeo del 55 y las intervenimos”, explica Emiliano Riasol, productor general de NOS.
El corazón de la muestra era un corto de estilo “found footage”, en el que se contaba cómo Funes (referencia claramente borgeana), un archivista de la nación, encontraba metraje de una invasión de la que nadie se acordaba pero que parecía verídica. Así, se mostraba en una vieja cinta, la visión de uno de los combatientes mientras luchaba contra cascarudos, huía de gurbos, entrevía a un mano y finalmente era derrotado por hombres-robot.
Se filmó en locaciones reales como la Estación Plaza de Mayo de la Línea A o el Estadio Monumental. La verosimilitud de lo relatado era amplificada con la presencia del filósofo Darío Sztajnszrajber o diferentes testimonios entrevistados. “La gente se iba preguntándose si eso había pasado de verdad, dudaban”, afirma Riasol.
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Miles de investigadores científicos se movilizaron en contra de la paralización del sector, marcada por las políticas del gobierno nacional, el miércoles pasado. Los carteles de “nadie se salva solo”, “sin ciencia no hay futuro” o de “una nieve tóxica destruye la ciencia y la universidad” eran alzados por científicos vestidos con máscaras y pilotos.
“El Eternauta no se ve como una historieta vieja, porque no está preocupada solamente con representar un presente histórico, sino que lo trasciende”, afirma Zukerfeld. ¿Quién sabe cuántas más obras, intervenciones y acciones serán llevadas a cabo por Eternautas que, como en la historieta original, continúan navegando una y otra vez por los significados que aquella obra sigue emanando, casi 70 años después?
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