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      Pumper Nic: la primera cadena fast food de la Argentina que fue furor y se vino a pique

      • El primer local se inauguró en 1974 y replicaba el formato de las hamburgueserías norteamericanas.
      • El libro Un sueño made in Argentina rescata su auge y su caída.

      Pumper Nic: la primera cadena fast food de la Argentina que fue furor y se vino a piqueCombo típico de Pumper Nic. Foto: Archivo Clarín

      Si ustedes tienen menos de treinta años tal vez no sepan que los McDonald’s o Burger King, o incluso los Wendy’s, en la Argentina tuvieron un precursor local. Se llamaba Pumper Nic y fue creado por un argentino en 1974, quien trajo la idea de Miami. Fue la primera cadena de comidas rápidas del país cuando nadie estaba demasiado acostumbrado al autoservicio ni a las sillas incómodas que invitaban a irse rápido de sus locales.

      Tampoco era masiva la costumbre del sandwich de hamburguesa lleno de ingredientes y aderezos. Por entonces, el choripán era el rey del fast food criollo. Pero Alfredo Lowenstein la vio venir. La idea se le ocurrió a sus 29 años durante uno de sus viajes a los Estados Unidos junto a su padre, Luis Lowenstein, empresario de la carne que huyó de Alemania durante el nazismo, se inició en el negocio vacuno en Entre Ríos, abrió carnicerías y frigoríficos en Buenos Aires, se expandió a otros países y se hizo millonario.

      Alfredo era el menor de tres hermanos. Ernesto, el mayor, había creado la fábrica de hamburguesas Paty (fue, además, el fundador del complejo de esquí Las Leñas); y Roberto, el del medio, un frigorífico especializado en pollos.

      Pumper Nic hacía furor en niños y adolescentes.Pumper Nic hacía furor en niños y adolescentes.

      Pumper Nic fue creado por un argentino en 1974, quien trajo la idea de Miami.

      Así que quería demostrarle a su padre que él también podía. Y cuando fue a comer a una cadena de comidas rápidas en los Estados Unidos supo que ahí había una posibilidad. No existía nada parecido en la Argentina. Trajo las máquinas, contrató gente, merchandising, convocó a familiares, abrió un local colorido en la calle Suipacha 435 y el 8 de octubre de 1974 inauguró el primer Pumper Nic.

      De la nostalgia al libro

      La hamburguesería se convirtió en punto de encuentro a partir de locales esparcidos por todo el país. Se volvió símbolo de los ‘80, igual que el Ital Park, el parque de diversiones que cerró en 1990. Pumper Nic fue parte de la infancia de la periodista Solange Levinton: “Era como el escenario de los almuerzos semanales con mi abuela Rosita, que me llevaba a la salida del colegio, a fines de los ‘80, a una sucursal de Caballito. Mi abuela materna, mi abuela preferida. Yo tenía ocho años, más o menos. Eran encuentros que esperaba mucho cada semana y que me quedaron muy grabados. Desde entonces asocié Pumper Nic con mi abuela”.

      Esa nostalgia fue el impulso para que en plena pandemia empezara a trabajar en un libro que contase la historia del primer fast food de la Argentina. El libro acaba de aparecer con el título Un sueño made in Argentina (auge y caída de Pumper Nic), luego de haber ganado el III Premio de No Ficción de la editorial española Libros del Asteroide.

      Pumper Nic en pleno auge, en los '80. Pumper Nic en pleno auge, en los '80.

      Levinton buscó en Google información sobre Pumper Nic. Encontró videos y notas muy a las perdidas. Fotos de colores apagados. En las notas que leía sobraban comentarios de lectores del tipo “yo trabajé ahí”, “yo conocí a mi novio en un Pumper”, “yo iba seguido al Pumper de…”

      Les escribió, entonces, a algunos de esos lectores y fue descubriendo un mundo de fanáticos de la cadena. Algunos le mostraron recuerdos como servilletas, mantelitos o hasta folletos de época. Otros, una caja de VHS con recuerdos alusivos. “Era amor a Pumper. Me fijé si había ex empleados de McDonald’s o Burger King que sintieran lo mismo y no, no los hay”, acota.

      Cuando aflojó la cuarentena, Levinton fue a conocer los lugares más emblemáticos de la cadena, se juntó con ex trabajadores, buscó archivos, buceó en la historia de la sociedad anónima detrás de la marca en la Inspección General de Justicia. Acumuló mucha información. Y se puso a escribir. “Fue revolver aquello, redescubrirlo”, le dice Levinton a Viva.

      El final es muy triste. Y a la vez muy argentino, esto de hacer algo magnífico y chocarla.

      Solange LevingtonPeriodista
      El famoso hipopótamo de  Pumper Nic. El famoso hipopótamo de Pumper Nic.

      Reaparecieron nombres como mobur, frenys o chick nic. Así se llamaban algunas de las comidas que se les pedían a cajeros que usaban micrófonos para que los empleados de la cocina corrieran a satisfacer al cliente de forma inmediata. Clientes que después arrojarían los restos de comida en unos tachos de basura que simulaban la boca de un hipopótamo.

      Pumper Nic tuvo su apogeo en los ‘80; tal vez por eso es que ahora, con la lectura de Un sueño made in Argentina, uno se sorprenda al saber que fue fundado en 1974, el año de la muerte de Juan Domingo Perón y antesala del golpe militar más duro de la historia argentina.

      “Yo también pensaba que era de los ‘80”, sorprende Levinton. Es que Pumper Nic siempre estuvo relacionado con la primavera alfonsinista, con los colores de esos tiempos y la alegre canción que decía algo así como “Pumper Nic / la nueva forma de comer / Pumper Nic / vení y vas a ver”. Y los que hoy tenemos más de treinta, sobre todo más de cuarenta, íbamos con amigos y primeras novias, pocas veces con los padres. Pumper rebosaba juventud. De hecho, Soda Stereo -entonces banda emergente- presentó su primer disco en el local de la calle Suipacha, a meses de la asunción de Raúl Alfonsín.

      Portada de "Un sueño made in Argentina", el libro de Solange Levinton premiado en España. Portada de "Un sueño made in Argentina", el libro de Solange Levinton premiado en España.

      Y un día llegó McDonald's

      Todo iba más o menos bien hasta que el payaso de McDonald’s se comió al hipopótamo de Pumper. Desembarcó en la avenida Cabildo con un local enorme e impoluto. Baños limpios, publicidad y, claro, la impronta de ser norteamericano. Los empleados del Pumper, cuenta Levinton, cruzaban la avenida para ver qué virtudes tenía la competencia. Y además también llegó Burger King. Pero los dueños de Pumper no se preocuparon: en vez de bajar un cambio, aceleraron a fondo y permitieron franquicias sin controles de calidad. En algunas de ellas se vendían empanadas, salchichas o pizzas recalentadas. La calidad bajaba a la vez que el payaso se expandía en las ciudades más importantes. “Se pegaron un tiro en el pie”, figura Levinton.

      Levinton descubrió que muchos de los ex trabajadores eran familiares cercanos o políticos del fundador. Algunos terminaron enojados cuando la empresa pseudo familiar dejó de serlo. Habló con uno de ellos, que hoy maneja un taxi, quien la acompañó al local de la calle Suipacha para mostrarle la nada que quedaba de aquello. Y aquello era empleados ganando buenos sueldos, gerentes con salarios que superaban a los de un bancario. “La levantaban con pala”, resume Levinton.

      Fue tal el cimbronazo que recibió Pumper que los buenos tiempos se acabaron comenzados los ‘90. El lujoso edificio de oficinas en San Isidro tuvo que ser desocupado. Pumper fue pasando de manos. El hijo del fundador, Diego, habló con Levinton sobre los tiempos en que se hizo cargo. Entre otras cosas le dijo que nunca hubo nostalgia por aquel final.

      Soda Stereo presentó su primer disco en el local de la calle Suipacha, a meses de la asunción de Raúl Alfonsín.

      Es que la nostalgia no estaba en el diccionario empresarial de sus dueños. Los empresarios, le aclaró palabras más palabras menos, piensan en negocios. Y los negocios de Alfredo Lowenstein en los ‘90 eran el shopping Paseo Alcorta y otros, como el Paseo de la Infanta, donde en 1996 murió una nena de seis años, Marcela Iglesias, aplastada por una estatua. Para la Justicia no hubo responsables.

      Fue uno de los tantísimos casos de impunidad que manchan al poder judicial.

      Me acuerdo que ir a McDonald’s era un flash que nos fascinaba”, rememora Levinton sobre su adolescencia noventosa. Y después: “Lo que no recuerdo es el momento en que dejé de darme cuenta de que Pumper había dejado de estar”.

      Ese dejar de estar ocurrió a fines de los 2000, en Villa Gesell, donde el único empleado del último local de Pumper que quedaba recibió un llamado en el que le avisaron que cerrara y se fuera. Ya no vendían hamburguesas sino cualquier comida y hasta chucherías como anteojos para la playa. “El final es muy triste, da mucha pena. Y a la vez es un final muy argentino, esto de hacer algo magnífico y chocarla”, lamenta Levinton.

      Habló con los hermanos de Alfredo pero no con Alfredo. “Nunca dio entrevistas”, dice. Lo que se sabe es que Alfredo Lowenstein sigue con su mega empresa Lionstone Development, dedicada a las industrias hotelera e inmobiliaria, creada por su padre en 1966, con sede en Miami. Tiene cerca de 80 años y se dice que vive en un lujoso castillo en Italia. “La historia de Pumper -conjetura Levinton- se irá muriendo a medida que nos vayamos muriendo los que la vivimos y se vayan perdiendo los recuerdos que hay”. Y cierra: “Lo que me gusta de haber hecho el libro es que pude hacerle un poco de justicia a ese lugar donde yo fui tan feliz”.


      Sobre la firma

      Alejandro Duchini

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