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      Las batallitas culturales, termómetro del ánimo del Gobierno

      En el mundo, a los gobiernos se les volvió muy difícil mantener apoyos mayoritarios.

      Las batallitas culturales, termómetro del ánimo del GobiernoEl presidente Javier Milei junto al equipo económico en la Quinta de Olivos.

      En este año y medio que lleva Javier Milei en el poder se volvió bastante fácil detectar los momentos en que el Gobierno se siente fuerte. Cada vez que eso ocurre resurgen en la agenda pública los tópicos de la batalla cultural libertaria. Un repaso rápido: el oficialismo buscó pelearse con una estrella cinematográfica, Ricardo Darín, querida por buena parte del público argentino; provocó el enojo de la familia de Diego Maradona; reflotó un estrafalario proyecto para reconvertir el canal infantil Paka Paka en un espacio para difundir en un mismo paquete preceptos de la ortodoxia evangélica y eslóganes de la divulgación libertaria; insistió en castigar a periodistas y economistas que señalan las incongruencias del programa de Gobierno y se volvieron a anunciar medidas para endurecer la política migratoria.

      Todas esas escaramuzas, reproducidas con dedicación -y en algunos casos con cierta gracia- por la red de tuiteros y youtubers paraestatal, son creaciones que el Gobierno consiguió imponer con comodidad en la agenda de discusión pública desde que La Libertad Avanza ganó las elecciones de renovación de la Legislatura porteña, un comicio local que el propio Milei transformó en una victoria contra Mauricio Macri en el distrito que el PRO tenía atado desde hacía años.

      Ahora el plan es mandar a los mercados internacionales el mensaje de que, luego de derrotar a Macri en su casa, LLA también puede ganarle a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires, el lugar más importante que sigue en manos del kirchnerismo. Ese es el modo de entender la jugada de odio-amor de los libertarios con Macri. En la Ciudad les convenía matarlo, en la Provincia les sirve seducirlo para que ayude a matar a Cristina.

      Es cierto que, hasta hoy, Milei no consiguió reunir -ni en 2021, ni en 2023, ni este año- un electorado propio que supere al tercio de los votantes, pero la lectura se queda corta si no se toma en cuenta que en el mundo se volvió muy difícil conservar mayorías favorables. Los gobiernos hoy se sostienen con núcleos duros pequeños que, cada tanto, se agrandan hasta convertirse en primeras minorías.

      Acaso tomando en cuenta esa circunstancia, el Gobierno ya se prepara para terminar el año de la renovación legislativa con bloques de apoyo en el Senado y en Diputados bastante parecidos a los que tiene hoy. “Para nosotros, 2026 va a ser el año de las reformas, entre ellas la laboral y la previsional”, le adelantó a Clarín un importante asesor de la Casa Rosada. “Por eso necesitamos que el resultado de las elecciones se complemente después con algunos pases y acuerdos post electorales. Eso nos va a servir para hacer pasar nuestras iniciativas, o, en todo caso, para blindar los decretos del Presidente”, confió ese mismo dirigente libertario.

      En esas batallas, y no en la pirotecnia sobre el precio de las empanadas, se jugará el Gobierno la posibilidad de que el ajuste fiscal y la baja de la inflación se complementen con algún esbozo de crecimiento de la inversión extranjera directa y de reducción del altísimo costo de financiamiento que siguen pagando hoy el Gobierno y las empresas argentinas.

      Sin eso, al oficialismo le será difícil seguir sosteniendo anuncios para agitar el indignómetro y a los ministros cancherear en las redes sociales como si fueran adolescentes estrenando permisos.


      Sobre la firma

      Ignacio Miri
      Ignacio Miri

      Secretario de Redacción. Editor Jefe. [email protected]

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