En las últimas elecciones provinciales, la participación cayó en promedio un 10% respecto a comicios similares de 2021. En Ciudad de Buenos Aires votó apenas el 53% del padrón. En comunas de menores ingresos la asistencia fue inferior al 50%). Cientos de miles de personas que antes votaban, hoy eligen quedarse en casa. ¿Qué nos está diciendo esa ausencia?
Aunque el 75% de los argentinos apoya la democracia y cree que es preferible a cualquier otro sistema (Latinobarómetro, 2024), crece la desconfianza en su capacidad para transformar realidades. Esto debilita la legitimidad de los gobiernos, agranda la brecha entre instituciones y ciudadanía, y pone en tensión la base misma del contrato democrático.
La desconexión no es ideológica, es existencial. “Yo ya no le regalo más mi tiempo a los políticos. Si nadie hace nada, prefiero salir a trabajar”, nos dijo un joven de 32 años que vive en Villa Soldati, tiene una hija y trabaja 12 horas por día como chofer de aplicación para mantener a su familia. Y no es el único. La falta de expectativas sobre las posibilidades que su presente mejore o que el Estado puede ofrecerle una mejora en sus vidas, alimentan una lógica peligrosa: la desconexión total.
Sabemos que la dificultad para ver el futuro es un obstáculo para la participación electoral. Por eso sostenemos que la educación no es solo un derecho, es el cimiento de la democracia. El 51% de quienes no pensaban votar dijo que la actividad influyó significativamente en su decisión de participar. No por obligación, sino por comprensión.
Además de formar a la ciudadanía electoralmente, es clave formar jóvenes con valores democráticos. El programa de Conciencia “Uniendo Metas” en 2024 convocó a más de 10.000 estudiantes y docentes de 21 localidades del país. A través de una simulación de Naciones Unidas, jóvenes de entre 15 y 18 años aprenden a debatir, construir consensos, entender el rol de las instituciones y representar ideas.
Muchos de ellos descubren su vocación o recuperan el entusiasmo por lo público. En una sociedad en donde gran parte de los jóvenes no logra proyectar un futuro mejor y la participación está en serio riesgo, la educación y la formación en valores son una vez más la respuesta a las crisis.
Por eso, es clave trabajar de manera integral abordando otras problemáticas que hacen a la proyección de futuro de los jóvenes: inserción laboral, terminalidad educativa, continuidad de estudios en el nivel superior, entre otras.
Reconstruir la participación requiere devolverle sentido al voto. Ese camino comienza con políticas que generen expectativas, instituciones que escuchen y una educación que forme ciudadanos críticos, activos y con horizonte. Para avanzar en esa dirección, es clave construir acuerdos amplios entre sectores que impulsen a la educación como base del desarrollo democrático, económico y social. Porque cuando hay educación, hay ciudadanía. Y cuando hay ciudadanía, la democracia se fortalece y se proyecta.
Juan Manuel Fernández es Director Ejecutivo de Asociación Conciencia.
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