En Chacarita, nuevo bodegón siempre lleno por sus platos clásicos de calidad: tortilla cremosa y suprema Maryland para compartir

¿Qué define a un bodegón? Platos abundantes, recetas de la inmigración europea devenidas en el alma de la cocina porteña, y esa sensación de calidez que solo se encuentra en los restaurantes de barrio. Una tortilla bien ejecutada para arrancar, una milanesa para compartir como emblema de la carta. Podría pensarse que un restaurante que abrió hace apenas unos meses no puede cumplir con todo eso. Pero en Fraga, ese prejuicio se desmorona con el primer bocado.

Ubicado en Chacarita, Fraga abrió sus puertas en diciembre de 2024 y en poco tiempo se convirtió en un imán gastronómico. Todas las noches se llena de comensales en busca de sabores clásicos con una vuelta de tuerca. Sus dueños no son improvisados: detrás de este proyecto están los mismos emprendedores que hicieron de Maure, la parrilla de barrio, un éxito rotundo, y de Veredita de Vinos, un bar ya consagrado en la zona.

Al sentarse en una de sus mesas, el desfile de platos no deja lugar a dudas: matambre casero con rusa, mollejas al verdeo y una suprema Maryland tan generosa como imbatible. La estética de Fraga quizás no se parezca a la de los bodegones de antaño, pero su espíritu está intacto. Aquí la esencia es la misma: comer rico, abundante y en un ambiente que hace sentir a cada comensal como en casa.

Cómo es y qué se come en Fraga Bodegón

En la esquina de Dorrego y Fraga, donde antes no pasaba demasiado, ahora brilla un local bien iluminado que, sin hacer demasiado ruido, se fue ganando su lugar. Fraga Bodegón abrió en diciembre del año pasado sin fanfarrias ni inauguraciones pomposas. Simplemente levantaron la persiana y dejaron que la comida hable por sí sola.

“En Maure nos funcionó muy bien la idea de simplificar la típica parrilla de barrio”, cuenta Matías Roitman, uno de los socios del lugar. Y acá siguieron esa misma premisa: un bodegón moderno, con platos clásicos bien hechos y sin pretensiones.

El local tuvo una reforma importante en manos de arquitectos que entendieron lo que hacía falta: espacio y claridad. Así que las paredes son blancas, los pisos de un verde suave y los detalles en madera le dan esa calidez de casa de toda la vida.

Porque Fraga no busca ser un bodegón que reposa en la nostalgia, sino uno que la trae al presente con su propia impronta. Y eso se nota en el público, una mezcla de vecinos de toda la vida, familias, y jóvenes que se adueñaron del barrio.

La carta tiene esos infaltables que hacen a la esencia de cualquier bodegón que se precie de tal. Para comenzar hay panera y manteca en rulitos. Tortilla de papas bien babé ($ 15.000), milanesa de bife de chorizo con un apanado crocante y una marinada especial ($ 31.000 para 4 personas), revuelto gramajo ($ 13.000) hecho como se debe y pastas caseras inspiradas en la tradición toscana.

“Probamos muchas recetas hasta dar con la ideal, nuestros fideos son caseros, parecidos a los fusilli pero más largos, bien al dente”, cuenta Matías. Los de tuco y pesto están entre los favoritos de la casa ($ 17.000).

Siguiendo con los clásicos, está la suprema Maryland, servida en porciones tan generosas que comen dos y hasta se puede compartir entre tres. Sale dorada, con papas pay crocantes, banana empanada y esa salsa de choclo que reconforta como un abrazo ($ 29.500).

Y si de bodegón se trata, no podía faltar el matambre con rusa, ese que al probarlo te lleva directo a la mesa de Navidad en lo de la abuela. Acá lo sirven todo el año, sin necesidad de esperar las fiestas ($ 16.000).

Para el final, los panqueques con dulce de leche ($ 6.500) y el flan mixto son las estrellas. Y en breve, van a sumar la copa Fraga, un postre de bodegón con todas las letras, homenajeando aquellos tiempos donde el broche de oro venía en copa alta con mucha crema y cereza al marrasquino.

Para acompañar, la selección de vinos sigue la línea del lugar: etiquetas jóvenes, de bodegas como Piel y Hueso o Riccitelli, con precios que arrancan en los $ 18.000.

Por ahora (en breve abrirán sábado y domingo al mediodía), Fraga abre solo de noche y todos los días está lleno. Sugerencia: reservar con tiempo, porque si bien guardan algunas mesas para los que caen del barrio, la espera puede llegar a ser de una hora. En una noche, llegan a atender a 120 comensales.

Y ya tienen habitúes que no necesitan llamar: con un grito desde la esquina, les alcanzan para asegurar su mesa. Porque Fraga no solo recuperó los sabores del bodegón de antes, también logró algo que pocos consiguen: que la gente se sienta como en casa.

Fraga Bodegón. Av. Dorrego 1194, Chacarita. Martes a domingo de 20 a 23.45 hs. Instagram: @fragabodegon